ENTRE LAGRIMAS, LUCES Y BEATS: LA MAGIA DEL SEGUNDO DIA."
Cuando amaneció el sábado en el Parque Maeda, el aire prácticamente vibraba de anticipación. No era sólo otro día de festival: era el día en que ANNA y Vintage Culture se subirían juntos al LIFE Mainstage, uno de los momentos más esperados de TODO el festival. Muchos asistentes llegaron desde la mañana, buscando encontrarse con amigos, recorrer los escenarios menores, explorar puestos de merchandising, arte, comida, hidratación, sombras... pequeños rituales que preparan al cuerpo para lo que vendrá por la noche.
Los escenarios del medio día ofrecían sets con sonidos más suaves, house melódico, deep techno, por lo que quienes querían calentar motores lo hacían allí, desplazándose entre CORE, Crystal Garden y otros espacios, absorbiendo la vibra del festival, dejando que el sol los dorara, que los visuales apenas comenzaran a desplegar sus alas.
A media tarde, se dejaba sentir esa mezcla entre calor físico y emoción espiritual: tambores, beats que ya anticipaban lo épico, conversaciones de desconocidos que se convertían en complicidades, nuevos compañeros de pista, risas, lágrimas de alegría quizás en algún reencuentro. Los colores de los disfraces, los brillos en la piel, los tatuajes temporales y las banderas ondeando,todo eso componía un cuadro vibrante.
El set ANNA b2b Vintage Culture: momentos que marcaron
Cuando el reloj marcó la hora del ANNA b2b Vintage Culture en el Mainstage, era como si el aire se contuviera. El público sabía que algo grande estaba por ocurrir.
El set comenzó mezclando melodías conocidas con remixes inesperados. Se abrió con “Sweet Disposition (ID Remix)” (The Temper Trap), una versión que al principio acaricia, que invita al canto suave, para poco a poco levantar la temperatura sonora. Luego vino Malabaris, la colaboración entre Vintage Culture y Mila Journée, un track que sintetiza bien la magia entre ambos DJs: melodía + groove + emoción.Llegaron momentos de exaltación: el remix que ANNA hizo de “Magalenha” (original de Sergio Mendes) puso a todos a bailar con ritmo brasileño, percusiones, tambores, una fiesta que no permitía permanecer estático.También hubo instantes introspectivos, como cuando se escuchó “Kids” de MGMT (versión editada por ANNA), que más que un hit fue un puente emocional: muchos la recibieron abrazados, mirando hacia el cielo, dejando que la melodía los bebiera.
El groove se sostuvo también con tracks como “Nothing Ever Changes (Agents Of Time Remix)” —una canción que si bien no es de los más agresivos, tiene una carga de nostalgia y ritual que hace temblar el corazón. Y cerca del final, cuando el set ya estaba elevadísimo, entraron cortes como “Corpo e Canção (Victor Ruiz Remix)” interpretados por Antdot & Maz junto con Letícia Fialho, que sacudieron con una intensidad que mezclaba lo melódico con lo poderoso.
Mientras ANNA y Vintage Culture hacían su magia, en la multitud pasaban cosas hermosas. Se veían luces de teléfonos —no para grabar, en muchos casos, sino para iluminar el rostro del otro, para crear un mar de puntos brillantes. Gente que se abrazaba, algunas lágrimas de emoción, sobre todo cuando temas que marcaron historias personales aparecían —“Kids”, “Time To Pretend” (también de MGMT) fueron de esos momentos compartidos.
También se aprovecharon los espacios menos concurridos: quienes se movían hacia los lados del escenario, hacia los bordes, buscaban visibilidad diferente, una experiencia estética distinta, poder ver los drones (que Alok desplegaría más tarde), ver los visuales gigantes del escenario, los fuegos artificiales anticipados, las luces robóticas. El sonido era impecable: claro, limpio, envuelto en humo, vibraciones que hacían sentir el suelo temblar.
La comunidad que se formaba en cada rincón: desconocidos compartiendo comida, agua, protector solar, cargando el celular del otro, hablando de la vida, de lo que significa la música para ellos. También hubo momentos de reto: calor intenso, sed, dificultad para moverse entre la multitud; pero también se sentía esa solidaridad espontánea de quien te ofrece espacio para bailar, te empuja hacia adelante, te anima.
Al caer la noche, las luces del Mainstage encendieron figuras, proyecciones, el cielo empezó a poblarse de drones, aunque el show más grande de drones fue de Alok en el cierre, ya en otro momento, pero la expectativa crecía justo tras la presentación de ANNA y Vintage Culture. Los visuales se sincronizaron con los beats: flashes, humo, pirotecnia, algo de fuego, algo de brillo metálico, maquillaje luminoso, blades de luz en las muñecas de las personas, ojos cerrados sintiendo el viento de los bass drops.
El cierre del set principal fue como una oración electrónica: todos cantando, algunos llorando, otros con los brazos alzados, como pidiéndole al universo que ese momento no termine nunca. Cuando se apagó la última canción y el beat se desvaneció, quedó un silencio eléctrico, cargado de satisfacción, de nostalgia, de una certeza: que la música no es sólo sonido, sino unión de almas, de memorias, de historias compartidas.
El Día 2 de Tomorrowland Brasil no fue sólo un desfile de luces, beats y DJs. Fue un día de reconocerse humano, de sentir que la música tiene un poder ancestral: unir, curar, elevar, hacer vibrar el corazón.Hubo magia en los silencios entre canciones, hubo belleza en el caos controlado del escenario, en las voces que se alzaban sin micro, en los abrazos compartidos, en la gota de sudor que se convierte en risa, en la mirada hacia el cielo iluminado. Hubo historia personal en cada tema, en cada drop, en cada remix que tocaba algo guardado dentro.Cuando el día cerró, quienes estuvieron allí se llevaron algo más que recuerdos: se llevaron una certeza de que están vivos, de que merecen esos momentos; de que la música puede ser puente para aquello que las palabras no alcanzan: el asombro, la gratitud, la amistad, la emoción pura.